Vamos un fin de semana a casa de mis padres y volvemos con el maletero hasta arriba de delicatessen frescas. De la huerta a la nevera... ¡Un lujo que no siempre podemos disfrutar!
En el último viaje los kiwis nos perfumaron el coche. ¡Estaban maduros y nos hacían saborear su dulzor sin ni siquiera tocarlos! Cuando llegamos a casa, fuimos directos a por ellos.